Seres azules — Blue Beings
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-Ya es muy tarde para que estés despierto y además eres muy mayor. Duérmete.
-Por favor, por favor. Me dormiré muy rápido escuchando tu cuento. Por favor.
-Está bien. ¿Qué tipo de cuento quieres que te cuente?
-Estoy pensando en el de los seres azules.
-Ya sabes que te cuento el mismo cuento muchas veces, pero siempre cambio un poco la historia y sobre todo el final.
-Érase una vez, en lo más recóndito del bosque profundo, vivían unos seres fantásticos, azules. Habían conseguido dominar el arte de la comunicación telepática, y entre todos ellos se extendían unos filamentos invisibles que los mantenían unidos. Cuando nacía un nuevo ser, después de que su progenitor lo expulsara por la boca, los filamentos empezaban a salir de su cuerpo. Primero lentamente y de forma muy tenue, solo visible para los seres azules, y luego, después de alcanzar a todos y cada uno de estos seres, los filamentos adquirían fuerza y se convertían en el vínculo que los unía. De manera que todos los hombres azules formaban un solo cuerpo a través de esos filamentos. Cada ser nacía cuando quería venir al mundo, y también podía desaparecer cuando así lo quisiera, entrando por la boca de otro ser azul, y sus filamentos, lentamente desaparecían. De manera que era muy común en tránsito por este mundo.
-Pero, a diferencia de los primeros seres azules, después de muchas generaciones, sus descendientes empezaron a violar las leyes naturales. Al principio tenían unas normas inmutables de simbiosis con la naturaleza y respetaban a todos los seres vivos. Pero acabaron por infligir daño a otros seres del bosque, los cazaban y los enjaulaban y los sacrificaban. Los filamentos empezaron a debilitarse y a desaparecer, y la armonía entre ellos dejó de existir así como su capacidad para la telepatía. Ya no formaban un solo cuerpo, cada uno era un fragmento frágil, asustado y violento.
-Sin embargo, entre los seres azules apareció un líder que supo restablecer el orden. Sus malos actos se olvidaron y llegaron de nuevo a….
El abuelo se dio cuenta de que su nieto se había dormido. Sabiendo que había llegado su hora, le dio un beso, abrió lentamente la boca del pequeño y se deslizó a través de ella sin hacer ruido.